Conejo de Abelardo Castillo
Y
cualquiera que escandalizare a uno de estos
pequeños
que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase
al cuello una piedra de molino de asno, y
se
le anegase en el profundo de la mar.
MATEO,
XVIII: 6
No va a venir. Son mentiras lo de la
enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no
va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre
entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras como un tren o como los
patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines,
que un conejo de trapo al final es parecido a las muñecas, que son para las
chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los
patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colorados, redondos. Caras de
bobas, eso es lo que tienen.
A mí no me importa si no está. Qué me
importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque
ellos andan atrás de uno, querés esto y qué querés nene y puro acariciar, como
cuando te enfermas y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los
demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por
eso me vine, y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene
once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la
puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, mírenlo,
dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los grandes también
pegan. Las madres, sobre todo.
Claro que a todos los chicos les pegan y eso no
quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos,
por ahí, vas lo más tranquilo y les decís mira lo que hice, creyendo que está
bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican ni nada. Y otras veces puro mimo,
como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene, aunque no sea
Reyes o el cumpleaños.
Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué.
Era una caja grande, y yo pensaba
que sería un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o
una cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos adentro, entre
los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo por qué me quedaba
así, como el bobo que era, y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mira
la cabeza que tiene. Entonces dijo desagradecido igual que tu padre.
Después, cuando papá vino del trabajo,
todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de
papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y
que venga pronto, pero es él el que más la extraña, me parece. Y esa noche se
pelearon. Siempre se pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo
a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A
papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la
placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo
sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte.
Yo, al principio,
también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros,
que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras
como Pinocho, el que contó mamá. Ella contaba cuentos, a la mañana sobre todo,
que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor
que con los amigos de verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe
jugar a la pelota en seguida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y
malas palabras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez
me dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían.
Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me
parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.
Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía.
Y puro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo
mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone
cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hubiera dicho nada
era lo mismo, pero el Julio, la basura esa, para qué tenía que venir a decirme.
Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siempre y no que
viniera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo.
Papá
está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que
se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo
entendés a uno y sos casi mucho mejor que el tren y ni por un avión como el del
rusito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te
traen de regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma
y no puede volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Oscarcito tampoco
lloraba.
Ese día también había venido mucha
gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la
mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada, nos
miraba a todos los chicos, pero no lloró, le decían que la mamá de él estaba en
el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo, en Olavarría está.
El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma
a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen.
Todos menos el primo Juan Carlos, que
tampoco está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que ella
dijera tenes que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba
que se quedaran solos. Anda a jugar al patio, siempre querían que me fuera a
jugar al patio: ella también. Y después puro regalar conejos, sí. Se creen que
uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo
andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mirándome y me dice hijo,
hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada,
porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me
vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo entendés a uno, y sos el
mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes
para afuera, como yo cuando me río.
Me parece que no me voy a reír nunca
más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un
pito de los dientes, porque yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque
se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se
muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza, que tenes no es nada linda, no,
y si quiero vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas
nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a romper
todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los
estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, por más que te
arranque el brazo y te escupa todo, y vos te crees que estoy llorando, pero no
lloro, aunque te patee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín
por la barriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los
patines y...
I Comprensión lectora: Guiándote por las siguientes preguntas, producí un texto que las responda.
A. ¿Quién narra este cuento? ¿Desde qué perspectiva? ¿A quién se dirige? ¿Qué elide el niño?
B. ¿Qué interpretaciones hace el narrador sobre el mundo adulto? ¿Por qué te parece que piensa de ese modo? ¿Qué apreciaciones tiene sobre los "primos" de los que habla?
C. ¿Qué transformación se produce al final del cuento con respecto al trato con el conejo de juguete? ¿Por qué te parece que sucede esto?
D. ¿Qué interpretación podés hacer con respecto al epígrafe y su relación con el cuento? Explicá las características de la BILDUNGROMAN que aparecen en Conejo.
Producción. Cambio de focalización o perspectiva
Consigna: producí un nuevo cuento en el que se alternen dos voces: por un lado la de la madre del protagonista y por otro, la de Julio el primo de once años. Ambos deben completar la información que desconoce el narrador de Conejo, añadir nuevos datos, dar su apreciación acerca del niño, etc.
¿Por qué el cuento Conejo forma parte del subgénero de relatos de aprendizaje? ¿En qué sentidos le encontrás semejanzas o diferencias generales con los demás cuentos que leímos?
¿Es la perspectiva del narrador de Conejo como la del narrador de Los Venenos de Cortázar? ¿Por qué? ¿Cómo son uno y otro?
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